
Mallorca es más que sol y playa, y en ese sentido tiene mucho que ofrecer al visitante. Es cierto que sus calas y aguas hacen las delicias para todo amante del veraneo en el mar, pero sus encantos trascienden este plano para ofrecer también, como en toda región auténtica, un conjunto de fiestas tradicionales que se hacen inolvidables tanto para el turista, como para los propios nativos.
En este artículo nos acercaremos por tanto a tres fiestas tradicionales de las mayores de las Baleares, cada una de las cuales puede constituir por sí misma un motivo para visitar la isla.
Batalla de Moros y Cristianos de Pollensa
Esta es una de las festividades más tradicionales de Mallorca, específicamente del pueblo Pollensa. Se trata de una recreación de la mayor batalla librada por el pueblo en su historia, el 30 de mayo de 1550, como respuesta al ataque que hiciese con 1.500 hombres el corsario Dragut.
En tal sentido y a modo de celebración cívico-religiosa, todos los 2 de agosto los habitantes de Pollensa escenifican aquella jornada guerrera como parte de los festejos dedicados a la Patrona, la Virgen de los Ángeles.
La batalla empieza a las siete de la noche en la Plaza de l’Almoina, cuando el líder del pueblo Joan Mas invoca a la Virgen y le pide protección y fuerza para derrotar a Dragut. Mas dirige el combate y hace retroceder a los moros hasta la iglesia de Sant Jordi, donde se realiza un segundo enfrentamiento en el que se logra liberar a los cristianos encerrados previamente en el templo.
La batalla culmina con un tercer encuentro, ya a la salida del pueblo. Joan Mas, héroe de Pollensa, arrebata la bandera de la media luna a los contrarios y la alza como símbolo de victoria, para finalizar una festividad que implica a todos los habitantes del pueblo.
Batalla de Moros y Cristianos de Sóller
Otro reseñable batalla de moros y cristianos en Mallorca ocurrió en el pueblo de Sóller, el 11 de mayo de 1561. En esa fecha, cerca de 2.000 piratas turcos y argelinos se propusieron atacar el poblado mediante una encerrona consistente en rodear el pueblo y atacarlo por sorpresa.
Los habitantes conocían la llegada de los moros y se prepararon eficazmente para el enfrentamiento, de forma que pudieron repeler el ataque y salvar sus familias y propiedades, causando la muerte a cerca de 200 piratas y teniendo solo alrededor de seis bajas.
Así, en honor a la victoria, cada segunda semana de mayo, como parte de las muy esperadas fiestas del pueblo, los habitantes de Sóller recrean la batalla en una festividad que logra implicar a cientos de personas disfrazadas. Es tal la aceptación de la fiesta, que cada año Sóller recibe la visita de muchos extranjeros y mallorquines de otros pueblos.
Acuden para disfrutar de la tradición y participar de la batalla, ya sea en uno u otro bando, siendo esta una de las fiestas tradicionales más apreciadas de toda la isla mallorquina y demostrando como la tradición anterior que de la historia también se puede sacar diversión y fiesta.
Baile de las bestias (dimonis y correfocs)
En Mallorca, al igual que en Cataluña, Valencia y el sur de Francia, una fiesta tradicional muy enraizada en la cultura popular es el baile de las bestias que se produce como parte de los espectáculos de dimonis o correfocs. Consiste en compases danzarios y desfiles vistosos y coloridos que en muchos pueblos de la isla se celebran como parte de las fiestas anuales para honrar a San Antonio, aunque también pueden suceder en otras festividades.
Cientos de personas se disfrazan de demonios y saltan y bailan, al compás de la música popular, en un verdadero espectáculo carnavalesco, complementado por fuegos artificiales y hogueras, así como mucho ruido.
Ciertamente es la víspera de San Antonio la fiesta que más dimonis reúne, y es frecuente que en las celebraciones de un pueblo se llamen demonios de varias peñas y otros pueblos, con trajes creativos y diferentes todos entre sí.
Se estima que el origen de la tradición data del siglo XII. Inició como una concentración de tipo religioso en la que se prendían hogueras a San Antonio para que alejase los malos espíritus y se festejaba el solsticio invernal por la fertilidad que daba a la tierra, pero evolucionó a la forma actual, en la que las zambombas y canciones, el vino y las rimas populares recrean una fiesta inolvidable lo mismo para el nativo que para el turista.