
Desde tiempos inmemoriales los viajes a la montaña han tenido un cierto componente espiritual para el ser humano. Es cierto que en los últimos tiempos la práctica del montañismo ha ganado en su vertiente deportiva, pero no podemos olvidarnos de los precursores que apostaron por la exploración. Ni de los relatos de épocas pretéritas, donde se construían edificaciones en terrenos imposibles por parte de órdenes monásticas o donde grandes sabios se convertían en ermitaños y apostaban por una vida tranquila de descanso y soledad.
La mano de Ramón Llull
Todo este acerbo cultural ha causado que a lo largo de todo el planeta nos encontremos con rutas donde la visita de distintos lugares históricos sea el principal atractivo. Y Mallorca no escapa a esta tendencia. Así, si pasamos unos días en la isla más grande de las Baleares podemos apostar por un turismo diferente y completar la excursión al Puig de Randa, conocida por muchos como “la montaña de los tres santuarios”. La leyenda dice que el místico, filósofo, teólogo y misionero mallorquín Ramón Llull -considerado por muchos expertos como una de las personalidades fundacionales de la literatura en catalán- fue el primer gran personaje que apostó por trasladarse a vivir al Puig de Randa para disfrutar de una existencia en soledad. Las crónicas hablan del año 1273. Mucho ha llovido desde entonces.
Tres lugares espirituales
Casi 750 años después, el Puig de Randa es un lugar donde grupos de todo tipo de visitantes acuden cada año. Ubicado en pleno epicentro de la mayor de las Baleares, esta cerro montañoso se encuentra en el centro de la isla de Mallorca y cuenta con una altitud máxima de 543 metros. El Puig de Randa está ubicado en medio de los municipios de Algaida y Llucmajor y en sus inmediaciones nos encontramos con la Ermita de San Honorat y los santuarios de Nuestra Señora de Gracia y Nuestra Señora de Cura. Tres edificaciones que ilustran por si solas la importancia de las construcciones religiosas y su perduración en el tiempo como lugares de acogida para los transeúntes perdidos en las estribaciones de la montaña. Tres lugares espirituales que se convierten en el epicentro de una ruta especial. De una excursión que puede deparar momentos inolvidables en nuestras vacaciones en Mallorca.
Randa, el punto de partida
Para comenzar nuestra excursión a la montaña de los tres monasterios deberemos trasladarnos hasta Randa, pequeño pueblo de nombre homónimo al conocido cerro montañoso que cuenta con algo más de cien habitantes. Ese será el punto de partida. En este lugar nos encontraremos con una cuidada fuente, vestigio del paso de la cultura árabe por la zona. Y es que hablamos de una parte de Mallorca que cuenta con una vasta historia.
Las dos primeras paradas: nuestra Señora de Gracia y San Honorat
Una vez situados a las faldas del conjunto montañoso, llegaremos a la primera parada de nuestro recorrido: el santuario de Nuestra Señora de Gracia -Nostra Senyora de Gràcia en idioma catalán-. Esta edificación fue fundada por dos misioneros de la orden de los franciscanos, que se encontraron con una cueva en la montaña y la convirtieron en el santuario que es hoy. Nuestra segunda parada será la Ermita de San Honorat, edificada a finales del siglo XIV por Arnau Desbrull, un noble que se había retirado a la vida contemplativa en las montañas y que pidió permiso a las autoridades eclesiásticas para construir la ermita que aún podemos ver hoy y que ha recibido varias remodelaciones durante su historia.
Descansar en una celda monacal
La parada final de nuestro viaje es el santuario de Cura, un complejo complejo ya adaptado a las visitas. De hecho, una vez finalicemos nuestra ascensión -la altitud supera los 500 metros- nos encontraremos con un museo para instruirnos, un establecimiento donde reponer fuerzas y disfrutar de una completa comida e, incluso, tendremos la posibilidad de hacer noche en una celda monacal. En el museo aprenderemos sobre la llamada escuela lluliana, un centro donde aprender gramática que fue abierto por Ramón Llull. Y en el restaurante disfrutaremos de una completa carta de gastronomía tradicional. Incluso, si hemos traído nuestra propia comida tendremos a nuestra disposición una zona de picnic donde degustar los productos sin problemas.
Un mirador para toda la isla
De lo que no debemos olvidarnos es de llevar dispositivos para captar fotografías. Ya sea armados con una cámara de fotos réflex o con el teléfono móvil -que cada vez están mejor equipados para retratar el mundo que nos rodea- seguro que no dejamos de tomar diversas panorámicas en el mirador de casi 360 grados que una vez nos encontramos tras completar la excursión de la montaña de los tres santuarios. Considerados por muchos como el mejor lugar para ver la isla desde el aire, el monasterio de Randa se convierte en una visita casi ineludible.